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Geneviève Lhermitte trató de quitarse la vida después de matar a sus hijos, pero la herida autoinfligida no fue mortal. La mujer fue condenada a cadena perpetua.
La ciudadana belga Geneviève Lhermitte, de 56 años, ha muerto por eutanasia este martes en un hospital de la comuna de Montigny-le-Tilleul, 16 años después de ser el centro de titulares por degollar a sus cinco hijos mientras su esposo estaba de viaje, informó este jueves el diario francófono Sudinfo.
En 2008, la mujer fue condenada a cadena perpetua por asesinar con un cuchillo a sus hijos Yasmine, Nora, Myriam, Mina y Mehdi, de 15, 12, 10, 7 y 3 años respectivamente. En el momento del crimen, el 28 de febrero de 2007, su marido y padre de los menores, Bouchaïb Moqadem, estaba en el extranjero. Tras matar a sus hijos uno tras otro, Lhermitte trató de suicidarse, pero sin éxito, ya que la herida autoinfligida no resultó ser letal.
En 2019, fue puesta en libertad condicional para recibir tratamiento psiquiátrico. Luego fue trasladada a un centro más abierto, donde volvió a intentar quitarse la vida. Había solicitado la eutanasia hace varios meses, contó su tío materno André a RTBF.
Según el familiar, Lhermitte sufría psicológicamente “todo el tiempo” y todos entendieron y aceptaron su elección cuando presentó el pedido de eutanasia. “Estaba en un constante estado de sufrimiento“, explicó, agregando que “la vida ya no era posible para ella”. “Quiero que la gente entienda que ella ha cumplido 1.000 veces su condena en la cabeza”, recalcó.
¿Opresión familiar?
Por su parte, el antiguo abogado de la mujer, Xavier Magnée, comentó a Sudinfo que cree que la muerte por eutanasia “es un alivio para ella”. “Esta mujer sufrió mucho y fue incomprendida por el jurado. El cielo la acogerá”, expresó.
A la hora de defender a Lhermitte en el tribunal donde la sentenciaron a cadena perpetua, Magnée insistía en que la acusada no era responsable de sus actos por los graves problemas psiquiátricos que padecía, y a día de hoy está convencido de que su sufrimiento, que dio lugar a la tragedia, “fue el resultado de la opresión familiar”.
Durante “su vida de ama de casa”, ella “tuvo que sufrir la presencia no deseada de una figura autoritaria” bajo el mismo techo, explicó Magnée, aparentemente refiriéndose al médico Michel Schaar, a quien el esposo de Lhermitte consideraba su padre adoptivo. Moqadem había conocido a Schaar en Marruecos, y el médico era quien cubría la mayor parte de los gastos de la pareja en Bélgica.
Además, antes de cometer el crimen, la propia Lhermitte escribió en una de las cartas, dirigida a una amiga suya, que “el problema no tiene solución” y el traslado de la casa de sus padres para emprender la vida familiar con su esposo resultó ser el viaje “de un infierno a otro”. “He decidido irme con mis hijos, lejos y para siempre. Michel Schaar es un bastardo que me ha arruinado la vida, me ha robado la intimidad con mis hijos y mi marido”, confesó en aquel mensaje.
Años después del asesinato, Moqadem llamó a su exesposa “un monstruo” y “un peligro para el público” que era “imposible de perdonar”. Por su parte, Schaar afirmó que la mujer era “movida por el odio y la venganza” y la consideró también “una amenaza para Bouchaïb Moqadem”. Ahora, el exesposo confiesa que no puede compartir lo que siente, al enterarse de la muerte de Lhermitte.