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El español Salvador Dalí, quien nació en la localidad de Figueras (comunidad autónoma de Cataluña) el 11 de mayo de 1904 y falleció el 23 de enero de 1989, es considerado el pintor surrealista más popular, importante y representativo. Resulta inolvidable su peculiar forma de afrontar la vida, la política y hasta las relaciones personales.
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Su amistad con el poeta Federico García Lorca, con la pintora Maruja Mallo y con el cineasta Luis Buñuel marcaron su años de juventud, en tiempos de la Residencia de Estudiantes de Madrid y de estudios en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Su irreverente mundo de sueños nos ha legado un arte muy imaginativo, caracterizado por el onirismo y el virtuosismo técnico, asociado, generalmente, a la ciencia, la religión, la contraposición de conceptos, la sexualidad y el simbolismo, algunas de sus principales obsesiones temáticas.
Aunque no tuvo límites a la hora de explorar la expresión artística e incursionó también en la fotografía, el cine, la escenografía o la literatura, su mayor legado se encuentra en sus principales óleos, que figuran entre sus, aproximadamente, 1.500 pinturas.
He aquí cinco de sus obras más representativas.
1. La persistencia de la Memoria (1931):
Quizás una de las pinturas más famosas a nivel mundial, con dimensiones de tan solo 24 x 33 centímetros y expuesta en el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York. Llama la atención, además, por su significado relacionado con el concepto de la relatividad del espacio y el tiempo, referido en los conocidos relojes derretidos.
2. Construcción blanda con judías hervidas (1936):
Relacionada con los horrores de la guerra, la que Dalí representa por un monstruo deforme que se estrangula a sí mismo. Concebida meses antes del inicio de la Guerra Civil Española, el catalán luego le añadiría el subtítulo “Premonición de la Guerra Civil”. Presenta una posible referencia a la obra “Saturno devorando a sus hijos”, de Francisco de Goya, solo que esta vez la humanidad es la que se autodestruye.
3. La tentación de San Antonio (1946):
Representativa de la ciencia y el misticismo católico, tan caros al pintor español. La obra describe al teólogo franciscano San Antonio, quien se enfrenta a alucinaciones relacionadas con los placeres o pecados terrenales como la lujuria, la ostentación y la riqueza. Sorprendemos los elefantes de patas de araña, uno de los estilemas de Salvador Dalí.
4. Cristo de San Juan de la Cruz (1951):
Muestra también de la evolución hacia creencias católicas de su autor, se dice que resulta de una experiencia religiosa de Dalí. A diferencia del dibujo del renacentista San Juan de la Cruz, en el cual se inspira, el Cristo del catalán no presenta clavos, sangre o heridas y lo más llamativo de la obra es la perspectiva escogida, casi un cenital; lo que, unido al uso de la oscuridad, logra gran impacto en el espectador.
5. Galatea de las esferas (1952):
Una obra por excelencia que representa el interés de Dalí por la ciencia, específicamente, en lo relativo a la energía nuclear, luego del lanzamiento de las bombas atómicas por parte de Estados Unidos contra las ciudades japonesas. Se dice que “Galatea de las esferas” resulta una interpretación, tomando como base lo atómico, del rostro de su musa, Gala.