[ad_1]
Había una vez un rey que quería pescar.
Llamó a su meteorólogo y le pidió la previsión meteorológica para las próximas horas.
Le aseguró que no llovería.
La novia del monarca vivía cerca de donde éste se dirigía y vistió sus ropas más elegantes para acompañarlo.
En el camino se encontró con un campesino montado en su asno que vio al rey y le dijo: «Su Majestad, será mejor que regrese a palacio porque va a llover mucho».
El rey se quedó pensativo y respondió:
«Tengo un meteorólogo muy bien pagado que me dijo lo contrario. Sigo adelante».
Y así lo hizo. Llovió mucho.
El rey estaba empapado y la novia se rió de él al verlo en ese estado.
Furioso, el rey regresó al palacio y despidió al meteorólogo.
Luego llamó al campesino y le ofreció trabajo.
El campesino dijo: «Señor, no entiendo nada de esto. Pero si a mi burro se le caen las orejas, significa que va a llover».
Entonces el rey alquiló el asno.
Y así comenzó la costumbre de contratar burros para trabajar con el Poder…
Desde entonces, los burros han ocupado los puestos mejor pagados en cualquier gobierno.
[ad_2]
Extraído de RT