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El mandatario de EE.UU. ha justificado la agresiva política de cobro de impuestos.
El presidente de EE.UU., Donald Trump, con sus cartas sobre la mano, ha puesto sobre la mesa los ases de su guerra arancelaria, como medida de presión tanto para los países vecinos y aliados como para los lejanos con los que mantiene históricas diferencias.
El martes pasado entraron en vigencia los tan anunciados aranceles impuestos por EE.UU. a Canadá, México y China. A partir de esta decisión, las importaciones de Canadá y México tienen un impuesto de 25 %, mientras que los productos energéticos canadienses, 10 %.
En cuanto a China, el arancel de 10 % impuesto por Washington a las importaciones del país asiático en febrero se duplicará y quedará en 20 %.
El mandatario estadounidense ha catalogado sus medidas como un “arma muy poderosa” de la que se ha valido para que México, Canadá y China “rindan cuentas” sobre sus compromisos de “detener el flujo de drogas venenosas hacia EE.UU.”. No obstante, estos países han descartado que esa sea la verdadera razón para echar a andar una guerra arancelaria.
Las respuestas por un mismo cauce
Aunque a principios de febrero los tres países norteamericanos lograron pactar la pausa de los gravámenes, esta quedó sin efecto la víspera. Los vecinos, México y Canadá, más China, han respondido a la imposición tarifaria con medidas recíprocas.
Las tres reacciones han coincidido en la defensa de los intereses nacionales, sin cerrar la posibilidad de lograr acuerdos. La presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, sostiene que no busca una “confrontación económica o comercial” y levanta la bandera del diálogo con su par, a pesar de haber tachado la decisión de “inconcebible” y de advertir que “no habrá sumisión“.
Por su parte, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, aseveró que Washington “lanzó una guerra comercial” contra su economía. Al igual que México, expresó que no retrocederá cuando el “país y el bienestar de todos los que lo componen están en juego en estos momentos”.
En cuanto a China, que ido un poco más lejos en sus declaraciones, el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Lin Jian, dijo que esa nación está dispuesta “a luchar hasta el final” en “cualquier tipo de guerra” con EE.UU.
“La intimidación no nos asusta”, subrayó Lin. “Presionar, coaccionar o amenazar no es la forma correcta de tratar con China”, porque “cualquiera que utilice la máxima presión sobre China está eligiendo al tipo equivocado y calculando mal”, recalcó.
Las razones para abrir un frente comercial
Sobre la razón del garrote arancelario, el secretario de Comercio de EE.UU., Howard Lutnick, ratificó que busca que México, China y Canadá detengan el flujo de fentanilo y opioides hacia EE.UU.
En su opinión, la arremetida de Trump no corresponde a una “guerra comercial” sino a una “guerra contra las drogas”.
“Estos aranceles no tienen como objetivo restablecer las relaciones comerciales, sino salvar miles de vidas estadounidenses, porque se han aprovechado de nosotros durante demasiado tiempo”, agregó Lutnick.
Las explicaciones sobre la “guerra contra las drogas” como principal motor para los aranceles no han convencido a Canadá ni a China.
El país asiático dice que el control del tráfico de fentanilo es una “excusa” para aumentar los gravámenes a través de mecanismos de “presión” y “chantaje”. Según el punto de vista de Lin, EE.UU. no va a resolver su problema de esa manera y solo logrará “socavar el diálogo y la cooperación antinarcóticos“.
Por su parte, Canadá apunta a que se trata de una “guerra comercial” contra ese país, a través de los aranceles, para agregar su territorio a EE.UU., como lo planteó Trump desde su regreso a la Casa Blanca. Para reforzar esta hipótesis, el republicano ha llamado “gobernador” a Trudeau, como si fuera la autoridad de un inexistente estado de EE.UU.
El asunto migratorio
El tema migratorio también ha formado parte de los mecanismos de presión alentados por Trump. A Colombia, su principal aliado en la región, el republicano amenazó con imponerle aranceles si el Gobierno del presidente Gustavo Petro no recibía a un grupo de deportados que iban a ser enviados esposados al país suramericano.
La medida no se llegó a aplicar porque Bogotá logró pilotar la crisis y conseguir que los connacionales fueran enviados respetando sus derechos. Sin embargo, la amenaza pende sobre el Gobierno de Petro, que tenía una relación de cercanía con la pasada Administración de Joe Biden.
El mandatario colombiano, como una de sus estrategias para afrontar la imposición en gravámenes, ha llamado a Canadá a diversificar su actividad comercial con Suramérica.
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