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Investigadores analizaron el ADN de tres grupos de familias de tres generaciones de refugiados sirios, dos de los cuales estuvieron expuestos a distintos episodios violentos en su país.
Una nueva investigación aportó las primeras pruebas de que el estrés provocado por la violencia puede dejar marcas en nuestro código genético que persisten a lo largo de generaciones, informa la Universidad de Florida.
Los autores del estudio llegaron a esta conclusión después de analizar el ADN de tres grupos de familias de tres generaciones de sirios refugiados en Jordania. El primer grupo estuvo expuesto a los eventos traumáticos causados por la masacre en la ciudad de Hama en 1982, mientras que el otro sufrió las consecuencias de los conflictos armados que comenzaron en su país en 2011.

En cambio, el tercer grupo estaba compuesto por familias que abandonaron Siria antes de 1980, por lo que no estuvieron expuestas a ningún episodio violento.
Los investigadores recolectaron muestras bucales de 138 personas de 48 familias, que se examinaron para detectar modificaciones epigenéticas (alteraciones en la función de los genes que son hereditarios) relacionadas con experiencias de violencia.
La violencia puede alterar los genes
Se descubrió que los nietos de abuelas que vivieron el ataque de Hama presentaron cambios en 14 áreas diferente de su genoma. También se encontraron modificaciones en 21 zonas del genoma de las personas que habían experimentado directamente sucesos violentos en Siria.
Los resultados de la investigación, publicada en la revista Scientific Reports, también mostraron indicios de un envejecimiento epigenético acelerado en los individuos que estuvieron expuesto a la violencia cuando aún se hallaban en el útero de sus madres, lo que podría aumentar el riesgo de enfermedades asociadas con la edad.
Los cambios observados por los científicos fueron consistentes entre las víctimas de violencia y sus descendientes, lo que sugiere que el estrés modificó sus genes. Este tipo de cambios genéticos, que son duraderos y multigeneracionales, como resultado de un evento estresante ya se habían documentado en animales.
La profesora Connie Mulligan apuntó que los hallazgos se podrían aplicar a distintas formas de violencia que tienen lugar en EE.UU., incluida la doméstica, la sexual y con armas de fuego. Además, también podrían “ayudar a explicar algunos de los ciclos intergeneracionales aparentemente irrompibles de abuso, pobreza y trauma que vemos en todo el mundo”, incluido en el país norteamericano.