El carnaval es una de las festividades más importantes y esperadas en América Latina y el Caribe, tiene una rica historia que se remonta a la antigua Roma, donde se realizaban los “Saturnalia”, festividades en las que los roles sociales se invertían y los esclavos llegaban a ser temporalmente amos de sus señores.
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Con el tiempo, esta celebración pagana se fusionó con las tradiciones de la Iglesia católica y se convirtió en una última oportunidad de disfrute antes de la austeridad de la Cuaresma. Así, esta fiesta pasó a ser una forma de liberación y expresión colectiva.
Pero hablar de la raíz de las fusiones en el carnaval también conecta con la llegada de la colonización europea a América Latina y el Caribe, en la que dicha fiesta adquirió nuevas características y se fusionó con las tradiciones y culturas de las comunidades indígenas y africanas.
Estas influencias se pueden apreciar en los coloridos trajes, las danzas y los ritmos musicales que caracterizan cada región y país.
La palabra “Carnaval” proviene del latín carnelevarium, que significa “quitar la carne”, haciendo referencia al inicio del periodo de abstinencia y ayuno de la Cuaresma.
Una fiesta que celebra, construye y deconstruye
El carnaval es una festividad de gran importancia para América Latina y el Caribe, ya que es una manifestación cultural que celebra la diversidad y la identidad de cada pueblo.
A través de la música, el baile y los desfiles, el carnaval permite a las comunidades expresar sus tradiciones, sus historias y su orgullo cultural. También en el transcurrir del tiempo se ha convertido en una expresión cultural que trasgrede las normas sociales, incluyendo las heteronormativas donde el cuerpo se expresa a partir de posturas no rígidas, en cuanto a los cánones.
Para Bajtín (2003) en los carnavales se representan el carácter político y social más antiguo de la fiesta popular, “nada de brillantes procesiones ante las cuales el pueblo deba rezar y asombrarse: aquí uno se limita a dar una señal, que anuncia que cada cual puede mostrarse tan loco y extravagante como quiera”
El carnaval desafía las normas sociales al romper con las rutinas establecidas en cuanto a espacios, tiempos y comportamientos aceptables. Esta transgresión se manifiesta en varios ámbitos que desafían estereotipos, como el hecho de disfrazarse de cualquier género o especie animal, y al salir del ámbito privado en el que nos movemos diariamente.
La teatralidad presente en todo el carnaval se juega en la calle, con personajes, eventos simultáneos, tonos y movimientos artísticos. Esta teatralidad se basa en desafiar los cuerpos dóciles y rígidos, que han sido víctimas de la globalización y la historia de las guerras.
En el siglo VII, en España, el santo Isidoro de Sevilla expresó su descontento por la costumbre de la gente de disfrazarse y salir a las calles, en muchos casos vistiendo prendas del género opuesto o representando animales.
De manera contradictoria, en la Italia medieval surgieron desfiles de carnaval y bailes de máscaras. En 1797, Napoleón prohibió el Carnaval de Venecia. Desde Europa, la tradición del carnaval se llevó a América, donde adquirió riqueza gracias a las tradiciones de los esclavos africanos en diversos países.
Históricamente, el carnaval ha sido celebrado en una variedad de países alrededor del mundo. Como se ha mencionado antes, los primeros registros de esta festividad apuntan a que se llevó a cabo por primera vez en Europa, específicamente en Italia y también Portugal.
En Venecia, Italia, el carnaval se caracterizaba por las elegantes máscaras y el uso exuberante de trajes elaborados. En Portugal, por otro lado, estaba el Entrudo, fiestas callejeras llenas de júbilo y música que se caracterizaban por el juego de lanzar agua perfumada, harina y huevos entre los participantes.
América Latina no se quedó atrás y adoptó el fervor del carnaval como propias. A lo largo y ancho del continente, diferentes países han adaptado esta celebración a su idiosincrasia, creando una amalgama de ritmos, colores y tradiciones.
El carnaval de Brasil es posiblemente el más conocido en el mundo como uno de los mayores espectáculos culturales. Las famosas escuelas de samba se preparan durante meses para presentar sus elaborados desfiles, llenos de plumas, lentejuelas y música que hacen vibrar a millones de personas. Esta celebración atrae a turistas de todo el mundo y ha dado origen a un verdadero negocio cultural en torno al turismo y la industria del entretenimiento.
En el Caribe, el carnaval también juega un papel fundamental en la promoción y preservación de la cultura afrocaribeña. En países como Trinidad y Tobago, Cuba y República Dominicana, el carnaval se convierte en un festival de música y danza, donde se fusionan ritmos africanos con influencias europeas y caribeñas. Bailes como la salsa, el merengue y el reguetón se apoderan de las calles y contagian a todos con su energía y alegría.
Otros países de América Latina que celebran el carnaval con gran entusiasmo son Argentina, Uruguay, Perú y Bolivia. En Argentina, el Carnaval de Gualeguaychú es famoso por sus impresionantes carrozas y desfiles, mientras que en Uruguay el Carnaval de Montevideo destaca por sus murgas y comparsas de llamativos trajes, siendo considerado el más largo del mundo al extenderse por más de 40 días.
En Perú, la ciudad de Puno se viste de gala para celebrar la festividad de la Virgen de la Candelaria, con danzas tradicionales y música que llenan las calles de algarabía. En Bolivia, una de las festividades más importantes es el Carnaval de Oruro, donde se realizan danzas folklóricas como la Diablada y la Morenada.
El carnaval es una fiesta que trasciende las barreras geográficas y culturales, ya que se celebra en diferentes países de América Latina y el Caribe de manera similar, pero con matices propios que le dan un toque distintivo a cada celebración. Es un momento de encuentro y convivencia donde se rompen las jerarquías sociales y todos tienen la oportunidad de disfrutar y liberarse, aunando a personas de diferentes sectores.
Esta celebración es mucho más que una fiesta, es una tradición ancestral que ha sido adaptada y enriquecida por las distintas culturas de América Latina y el Caribe. Esta festividad permite que las comunidades expresen su identidad, celebren su diversidad y transmitan sus tradiciones de generación en generación. El carnaval es un verdadero manifiesto cultural que fortalece los lazos entre los pueblos, y es un legado que debe ser valorado y preservado.
Es la única fiesta que el pueblo se da a sí mismo, el pueblo no recibe nada, no venera a nadie, él se siente el amo, y únicamente el amo (no hay invitados ni espectadores, todos son amos); la multitud es todo menos melancólica: desde que inicia la fiesta, todos abandonan su gravedad.
La fiesta carnelevarium,
donde los cuerpos se vuelven transparentes
independientemente del género,
donde la carne deja de estar normada
Allí… en esa celebración, imitar, mimetizarse e inventar, ya no es pecado
Crear desde la libertad, ya no es pecado
Salir a las calles para el disfrute y la protesta
al mismo tiempo, desde los propios territorios/cuerpos, ya no es pecado.