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Inaugurado por el entonces presidente de Venezuela, Isaías Medina Angarita, el 12 de noviembre de 1943, para un aforo de 467 personas sentadas, fue un centro de alto encuentro cultural y sobre todo musical. Contaba con siete puertas de acceso, cuatro de salida, vestíbulo, salón de espera y excelente acústica.
Está próximo a llegar a sus 80 años y bien vale adelantar algo de su crónica para acompañar lo que se hará en su homenaje, que eso esperamos.
Algo de historia
“Y ahora con ustedes… “Los Guaracheros de Oriente”, con el estelar Ñico Saquitoooo”.
Y los Guaracheros salían a cantar sabroso. Pero de tanto presentarse en el “Alameda” hubo confusión.
¿De qué parte de oriente eres tú, Ñico?
Y el Ñico Saquito respondía: “De Santiago”.
¿Y eso es cerca de Cumaná?
Y Ñico: ¿Qué Cumaná?
Y es que muchos suponían que esos Guaracheros eran del oriente venezolano cuando en verdad eran del oriente cubano, de Santiago de Cuba.
La deteriorada fachada del Teatro “Alameda” no indicaba para nada su historia.
Su anuncio luminoso no existe y las santamarías que indicaban por dónde salía el público estaban ahí, originales, oxidadas, El día 12 de noviembre de 1943 se inauguró con la presencia del Presidente de la República de ese entonces, Isaías Medina Angarita, el Teatro Alameda, ubicado en la Avenida Principal de Ruiz Pineda,hoy renombrada avenida principal de San Agustín del Sur, Caracas.
Ese nuevo teatro contaba con un aforo para 467 personas (hay quienes dicen que era de 980 butacas), tenía siete puertas de acceso, cuatro de salida, vestíbulo y salón de espera, y además una excelente acústica.
A lo largo de tiempo se transformó en un cine con el mismo nombre, luego utilizado como depósito y más adelante abandonado para finalmente ser rescatado por la comunidad de San Agustín en pleno, remodelado y reinaugurado por las autoridades del Municipio Libertador.
Sí. Esas puertas estuvieron cerradas… y sin embargo seguían contando historias, rememorando anécdotas que los habitantes del lugar guardaron celosamente porque sabían, y saben que muchas no aparecen en la “Historia oficial” que se contó acerca de la capital venezolana.
Habla Faride
“Ahí hubo una vez un piano que estaba en el foso. Y bueno, cuando cerraron el teatro, hace más de 45 años, nosotros empezamos a ver cómo hacíamos para por lo menos sacar el piano”.
Faride Mijares, percusionista e inclusive consagrado a los tambores Batá, del Afinque de Marín, músico ejemplar, amigo, echa el cuento. “Nada, vale, hablamos con el tipo que cuidaba el local y cuando nos dijo que sí, que nos lleváramos el piano, salimos en volandillas a cumplir el asunto. Lo cargamos Alfredo Padilla, Nené Quintero, el “Chú” (Quintero) y yo. Y nos fuimos San Agustín arriba (Barrio arriba, escaleras arriba) con el piano. Porque, caramba, hermana, ¿cómo íbamos a dejar a un piano solo?”
Rumba en el barrio
“Lo del Benny por acá fue de espanto y brinco. ‘El Bárbaro’ se metía unas rumbas espectaculares. Bueno, y todos ellos, porque resulta que el “Alameda” estaba rodeado de bares, de parrilleras y billares, de locales para compartir a cualquier hora, y bueno, a ellos les encantaba presentarse acá porque a la salida tenían su comida y sus tragos garantizados”.
Benny Moré se presentó varias veces en el teatro “Alameda” de San Agustín. Detrás del teatro estaba “La Atarraya”, el bar de moda de la zona y al cual acudían algunos artistas luego de sus presentaciones. Pedro Infante y Benny Moré fueron clientes muy distinguidos. Fue en ese bar donde el ya desaparecido Carlín Rodríguez (cantante de Federico y su Combo Latino y del Trabuco Venezolano) fue presentado al Benny como una promesa del canto. Y fue allí donde Benny Moré cantó con él y apoyó el inicio de su carrera.
Locales como “La Estrella” y el “Oporto” dejaron su huella bohemia en esa zona caraqueña. “Mira, Pedro Infante salía de cantar y buscaba una botella de caña clara y se ponía un poco de sal en la muñeca y hacía como si estuviera tomando tequila. Y cómo jalaba, hermana…”
Y es que lo que se presentaba en el “Alameda” era pura calidad. La memoria de las decenas de vecinos con los que pudimos conversar indican el paso, ciertamente, de Pedro Infante, pero también el de Miguel Aceves Mejías, Jorge Negrete, Cantinflas, Resortes, Clavillazo, la Sonora Matancera, Miguelito Cuní,
Tony Camargo, Libertad Lamarque, Toña La Negra, Sonia López, La Tongolele…
“Para ahí, hermana. Una vez le tumbaron el bisoñé a Pedro Infante y aquello fue un lío tremendo, un lío (trifulca) de verdad, y otra vez le quitaron a la Tongolele un broche que cargaba en el
vestido, a la altura del hombro. Madre espectáculo, porque resulta que el broche le sostenía la blusa y, bueno, la blusa se vino abajo, las que te conté quedaron al aire y los del barrio, electrizados, tú sabes…”
Faride Mijares confiesa que cuando niño siempre buscó “colearse” en el local, pero que luego la cosa cambió. “Claro, pana. Nos hicimos hombrecitos y entonces le metimos a la seriedad y pagábamos la entrada al cine. Era un real (medio bolívar de entonces) y nos íbamos para el balcón (parte superior y más económica del cine), y cuando salíamos los porteros nos veían asombrados de lo tan fundamentosos que estábamos”, y recuerda que vendían un tostón dulce que era muy sabroso.
Como Faride, la memoria le corre también a Yubert, a Víctor “Gamelote”, a Abraham, a Hugo, a Alí, al Pelón Marrero, a Mirna, al inolvidable Dervis Romero, a los del Afinque y a los olorosos a Madera, a Carlín Rodríguez, a Dimas Pedroza… y convocan el recuerdo autorizado de Jesús Pérez Puente porque él tocó con el Benny en este lugar.
El hoy del “Alameda”
Lo cerraron hace más de 45 años, dicen, y lo convirtieron
en un depósito de películas. Los de San Agustín respetaron siempre el recinto, hasta el punto de no horadarlo nunca, aún con la urgencia de espacios para la auténtica cultura de la zona. Luego, en 1970, el entonces “Centro Simón Bolívar” expropió toda la zona de la avenida principal para realizar en San Agustín “CSB humaniza a Caracas” con el proyecto del Parque Central incluido… o tal vez para incluirlo.
Hace un ya un buen tiempo, concretamente el 13 de abril de 2004, de madrugada llegó un camión y se paró frente al local. Eran unos “invasores, y que revolucionarios” que se iban a adueñar del sitio. No contaban con que San Agustín tiene extraordinarias formas de comunicación.
“No diga usted, a los diez minutos el barrio en pleno estaba ahí, de madrugada, sí, y los hicimos subirse en su camión y les solicitamos que se marcharan para que la cosa no pasara a mayores, pues ese era nuestro teatro, y entonces el amor y la experiencia nos indicaron que era hora de ‘tomar’ el “Alameda” pero para beneficio de la comunidad”. Esa experiencia madrugadora fue determinante.
El 14 de abril, es decir, al día siguiente en asamblea pública se refrendó la petición que la historia les estaba haciendo. Cuando entraron se toparon con una inmensidad de envases metálicos llenos de películas. Y con la nostalgia también se tropezaron…
Hablaron con los dueños del local, la gente de “Cines Unidos”, (Circuito Radonski, el mismo de Capriles), llamaron a los que saben de películas y preservación, empezaron a buscar amigos ingenieros y arquitectos y a los que de asuntos patrimoniales saben. Y le hicieron llamados al Gobierno. Como milagro de calle aparecieron centenas de artistas populares, de cultores organizados, de grupos defensores dispuestos a ayudar en la tarea de lograr que el “Alameda” se transformara en un centro cultural, con espacio para la danza, la música, la literatura, la plástica, los niños, los juegos tradicionales, los ensayos…
Los artistas se convirtieron en custodios del local ubicado en la avenida principal de Ruiz Pineda. Artistas en zancos (saludos a Alfredo), payasos haciendo piruetas, cantores, pinta caritas, acróbatas que refrendaron la historia del antiguo teatro, depositario de las más hermosas crónicas de la música popular en Caracas, el punto de encuentro, el sabor con fachada a lo grande. Fue entonces cuando la acción municipal reaccionó y apoyó el clamor popular.
Hoy el viejo “Alameda” no está solo. Ha recobrado el habla a través de su gente, de los orgullosos habitantes caraqueños de San Agustín, auténticos custodios de su historia viva, y de sus sueños…
Esta historia que acá consignamos debe ser reconstruida a lo grande con todos los detalles históricos que están ahí, esperando por su reivindicación. Es un deber. Es una obligación de la ciudad y es un deseo de San Agustín, zona participativa y protagónica mucho antes de que la Constitución venezolana lo señalara.
Y ahora más.
El “Alameda” va a cumplir 80 años. ¿Qué se espera?
Abran paso.