Tabla de contenido
Este 10 de marzo se cumplen 80 años del devastador bombardeo no nuclear lanzado por Washington sobre Tokio.
Hace 80 años, el 10 de marzo de 1945, la aviación estadounidense bombardeó masivamente Tokio, la capital japonesa, con munición incendiaria, lo que desató un gran incendio en la ciudad, donde la mayoría de edificios era de madera. Este acontecimiento sigue siendo uno de los mayores bombardeos no nucleares de la historia de la humanidad, por el número de víctimas civiles. Según diversas estimaciones, entre 80.000 y 100.000 personas murieron a causa de las explosiones o se quemaron vivas.
¿Qué ocurrió aquella fatídica noche?
La noche del 9 de marzo de 1945, más de 300 bombarderos B-29 Superfortress despegaron de aeródromos estadounidenses en las islas Marianas y se dirigieron a Tokio.
El bombardeo había sido concebido para matar el mayor número posible de civiles, ya que en las zonas atacadas no quedaban grandes empresas militares, que habían sido destruidas en bombardeos anteriores.
Antes del ataque principal, varios aviones lanzaron bombas formando una gigantesca letra ‘X‘, después de lo cual cientos de bombarderos acudieron hacia este objetivo, lanzando bombas incendiarias y napalm, combustible que produce una inflamación más duradera que la de la gasolina simple.

Todo fue calculado para que barrios enteros ardieran en llamas, ya que en el Tokio de entonces el principal material de construcción era la madera y el papel.
Además, las tropas estadounidenses eligieron especialmente un día de fuertes vientos, lo que contribuyó a la expansión del fuego.
Según historiadores, murieron alrededor de 100.000 personas, en su mayoría quemados vivos. Muchas víctimas no sabían a dónde huir y algunos acabaron hervidos en ríos y embalses donde el agua se había calentado mucho. Alrededor de un millón de personas se quedaron sin hogar, después de que ardieran unas 330.000 casas en un área de aproximadamente un tercio de Tokio sin suburbios. Según algunos testimonios, los propios pilotos estadounidenses sintieron el calor y el olor a carne humana quemada a una altitud de unos 2.000 metros.
Relatos de testigos
Algunos relatos de supervivientes aparecen recogidos en el libro ‘Inferno: El bombardeo de Japón del 9 de marzo al 15 de agosto de 1945’, del historiador y escritor estadounidense Edwin Palmer Hoyt, que aporta pruebas de cómo EE.UU. bombardeó Tokio indiscriminadamente, causando mucho más daño a los civiles japoneses que al ejército japonés.
Aquella noche Sumiko Morikawa estaba con sus tres hijos: Kiichi, de cuatro años, y Atsuko y Ryoko, dos gemelas de ocho meses. Cuando comenzó el bombardeo y su barrio quedó envuelto en llamas, Sumiko cogió a los niños y corrió a un estanque cercano. Luego ella vio la chaqueta de su hijo ardiendo y todos se lanzaron al agua. Sumiko perdió el conocimiento y cuando volvió en sí encontró a las niñas muertas y a su hijo respirando a duras penas. El agua del estanque se había evaporado por el calor. La mujer llevó a su hijo a un centro de salud cercano, pero solo pudo abrir sus ojos un segundo y decir “mamá” antes de morir.
Shizuko Nishio cumplió 6 años aquel 10 de marzo, día en el que todos sus allegados murieron. “Cuando me hice adulta, visité Salt Lake City, en Estados Unidos. Resulta que allí se construyeron muchas casas japonesas en el desierto, ellos [militares americanos] lanzaron bombas incendiarias sobre ellas y probaron su eficacia. Realizaron este tipo de pruebas. Así que cuando lo hicieron el 10 de marzo en Japón, absolutamente todo fue quemado. Fue deliberado y planeado. Pero en Japón no lo sabían en ese momento. Sólo cuando fui a Salt Lake City y me enteré, me quedé conmocionada”, recuerda.


Otro superviviente es Koji Kikushima, que tenía entonces 12 años y recuerda cómo corrió calle abajo con cientos de personas para escapar de las llamas, que se cobraron la vida de todos sus familiares. El calor era tan intenso que Koji saltó desde un puente al río, permaneció horas en el agua y, cuando se atrevió a salir del río, vio una gran cantidad de cadáveres quemados en el puente.
¿Por qué mató EE.UU. a tantos miles de personas?
Muchos creen que, probablemente, fue la venganza EE.UU. por el ataque japonés a Pearl Harbor del 7 de diciembre de 1941.
El historiador estadounidense Victor Davis Hanson, que estima que EE.UU. quería socavar la retaguardia de Japón, escribe sobre lo ocurrido apoyándose en los recuerdos de su padre, que estuvo aquella noche a bordo de un bombardero. Hanson destaca que el mayor general Curtis LeMay, que estaba al frente de esta operación, ordenó llenar los aviones con napalm más allá de su carga máxima teórica, ya que quería destruir por completo la capital. Los locales tuvieron que perder sus empleos para no producir proyectiles de artillería contra los estadounidenses, relata Hanson sobre la motivación de LeMay.
También existe la opinión de que “los estadounidenses creían que la guerra se podía ganar socavando la fe del pueblo en un Gobierno [japonés] incapaz de protegerlo“, afirma el representante de la rama de Moscú de la Sociedad Histórica Militar Rusa, Serguéi Perelígin, en conversación con RT. “De hecho, fueron ataques terroristas“, subraya.
Además, hay quienes sostienen que los estadounidenses atacaron Tokio para socavar la combatitividad de los japoneses. “Oficialmente, el golpe a las zonas residenciales de la ciudad se justificó por la necesidad de destruir pequeñas industrias artesanales. Sin embargo, esta es una explicación dudosa, ya que todo lo que se produjo para el ejército se transfirió de inmediato a almacenes subterráneos que los estadounidenses no habrían alcanzado con bombas incendiarias”, señala el historiador Mijaíl Kuzovkin, en diálogo con RT. “Fue una operación de intimidación” dirigida a “socavar el espíritu de combate”, añade.
Después del bombardeo, gran parte de las víctimas fueron enterradas en el pabellón conmemorativo de Tokio. Lo más sorprendente es que Japón siga siendo a día de hoy uno de los vasallos más leales de Estados Unidos.