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Fans extranjeros suelen peregrinar hasta este lugar para recordar a sus ídolos.
En el cementerio de La Chacarita, ubicado en la ciudad de Buenos Aires, hay tumbas que siempre tienen flores.
Y no las llevan familiares de los difuntos, sino fans de escritores, músicos y artistas que peregrinan hasta un lugar que se ha convertido en una inusual atracción turística, ya que visitantes nacionales y extranjeros vienen a honrar la memoria de alguno de sus ídolos.
La estrella indiscutible es Carlos Gardel, el máximo ícono del tango que falleció en 1935 en un accidente de avión, cuando solo tenía 44 años. Las décadas pasan y sus seguidores no lo olvidan. Así lo demuestran las decenas de placas que adornan el mausoleo en el que reposan sus restos.
“Bajo tu amparo vuelan los años, se olvida el dolor“, “Con todo el cariño de tu pueblo portorriqueño”, “En recuerdo constante y eterno de su voz y su presencia“, “Nuestro homenaje y admiración al maestro de tango, al más grande”, rezan algunos de los mensajes que rodean la estatua de un artista que, efectivamente, pasó a la inmortalidad.
En otro sector del cementerio, que con sus 85 hectáreas es el más grande de Argentina, yacen otros tangueros clásicos que hicieron historia y que suelen ser visitados por sus fans, desde Aníbal Troilo y Osvaldo Pugliese hasta Roberto Goyeneche, Juan D’Arienzo y Carlos Di Sarli.
Inmortales
Los guardias del cementerio le cuentan a RT que, desde hace una década, comenzaron a acostumbrarse a escuchar una pregunta constante: ¿dónde está la tumba de Cerati?
La respuesta a veces provoca desilusión porque Gustavo Cerati, el fundador de Soda Stéreo, la banda más influyente del rock en español en América Latina, no tiene una tumba, ni un mausoleo, sino un pequeño nicho. Es el número 2912 del edificio conocido como La Merced.
Ahí, los restos del músico fallecido en 2014, a los 55 años, después de un accidente cerebrovascular que lo mantuvo en estado de coma durante cuatro años, descansan al lado de su padre, Juan José Cerati.
La placa que identifica el nicho tiene el símbolo de infinito y la fachada ni un solo día ha dejado de tener flores. “Poder decir adiós, es crecer“, se puede leer en un pétalo de plástico. La frase recuerda una de las canciones más populares del artista. Otros visitantes han dejado un cigarrillo con sus iniciales y el pin de una bandera chilena. El espacio es tan diminuto y se limpia tan frecuentemente, que es imposible montar un altar.
Pero no solo los fans de la música encuentran en La Chacarita un lugar al cual acudir. Lectores de todo el mundo se acercan hasta aquí para visitar la tumba de Alfonsina Storni, la poeta argentina que se suicidó en 1938, a los 46 años, y que, más allá de su amplia obra poética, inspiró “Alfonsina y el mar”, una zamba compuesta en los años 60 que forma parte del cancionero popular de América Latina.
Otra tumba siempre visitada es la de Roberto Arlt, uno de los escritores argentinos más importantes del siglo XX y precursor de la literatura de no ficción que, al igual que la mayoría de las figuras célebres de este panteón, también murió joven, a los 42 años, por un paro cardiaco.
En el caso de la política, hasta 2006 el personaje más famoso del cementerio fue el tres veces presidente Juan Domingo Perón, pero ese año su cuerpo fue trasladado a una casa ubicada en la provincia de Buenos Aires.
Historia
Los orígenes del cementerio de La Chacarita se remontan a fines del siglo XIX, cuando Argentina enfrentó una grave epidemia de fiebre amarilla que colapsó los panteones existentes en la capital y sus alrededores.
Las autoridades le encargaron al ingeniero y arquitecto Juan Antonio Buschiazzo la construcción de este centro mortuorio que se inauguró en 1886 con el nombre de ‘cementerio del oeste’, y que en 1948 cambió a ‘cementerio de La Chacarita’, ya que estaba ubicado en un barrio que actualmente es uno de los más populares de Buenos Aires y que ha desarrollado un polo gastronómico que convive con el panteón.
Así, después de visitar las tumbas de personajes famosos, los turistas pueden ir a comer, tomar un café, brindar con vinos de alta calidad o simplemente pasear por sus calles.
El cementerio, que parece un barrio en sí mismo y que fue diseñado con amplias calles diagonales en las que pueden circular autos, es fundamental para los habitantes de la ciudad porque es el único que ofrece servicios crematorios.
Además de los mausoleos, el cementerio en sí mismo convoca la admiración de los visitantes desde su entrada, que fue construida en estilo neoclásico, con 24 inmensas columnas que dan acceso a un espacio funerario dividido en cuatro secciones de nueve manzanas cada una y 16 secciones destinadas a sepultura en tierra.
