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Repleto de esos ‘habitantes silenciosos’, el poblado sirve de inquietante recordatorio del rápido envejecimiento de la población japonesa, donde en más de 20.000 comunidades la mayoría de los residentes tienen 65 años o más.
Cuando fueron ya mayoría los habitantes que habían abandonado un pequeño pueblo japonés, a los pocos que quedaban se les ocurrió una nueva forma de combatir la soledad: sustituyeron a las personas por maniquíes y ‘muñecos de crecimiento’. Ahora esos silenciosos residentes ya han superado en número a los humanos.
🇯🇵JAPAN’S “PUPPET VILLAGE”: LOW BIRTH RATES LEAVE DOLLS TO FILL THE VOIDYou know a country’s birth rate decline is really bad when people start making human-sized puppets to feel less lonely.In Japan’s nearly empty village of Ichinono, where human residents are rare, lifelike… pic.twitter.com/c3gDkmFfYp
— Mario Nawfal (@MarioNawfal) October 28, 2024
En el tranquilo pueblo Ichinono viven menos de 60 personas, la mayoría de 65 años o más. Antes era un lugar bullicioso, con muchas familias que tenían hijos, pero luego los jóvenes abandonaron el lugar de manera definitiva, ya fuese para trabajar o para estudiar.
“Se fueron y nunca volvieron, consiguieron trabajo en otros sitios. Ahora estamos pagando el precio”, declaró a la AFP Hisayo Yamazaki, una viuda de 88 años. Según afirmó, en su día los padres animaron a sus hijos a matricularse en colegios de la ciudad para evitar que se quedaran “atrapados” en un lugar tan remoto.
“Si el pueblo se queda como está ahora, lo único que nos espera es la extinción”, dijo Ichiro Sawayama, de 74 años, jefe del órgano local de gobierno. Así que, utilizando ropa vieja, telas y maniquíes, los residentes han repuesto la población con muñecas que hoy están por todas partes, montadas en columpios, ‘trabajando’ en campos abandonados o empujando carros de leña. “Probablemente nos superan en número las marionetas”, dice Yamazaki.
Nueva esperanza
En los últimos 20 años, solo un niño ha nacido en el pueblo. Rie Kato, de 33 años, y Toshiki Kato, de 31, se trasladaron de la gran ciudad de Osaka a Ichinono en 2021, y entonces tuvieron a Kuranosuke.
La pareja decidió abandonar la vida en la ciudad y trasladarse al campo, ya que la pandemia les permitía trabajar desde allí y con horarios más flexibles. Ahora el pequeño Kuranosuke se ha convertido en una nueva esperanza para los lugareños y en el favorito de todos.
“Solo por haber nacido aquí, nuestro hijo se beneficia del amor, el apoyo y la esperanza de tanta gente, aunque todavía no haya conseguido absolutamente nada en la vida”, dijo su padre.
Una población en declive
Repleto de esos habitantes silenciosos, el pueblo sirve de inquietante recordatorio del rápido envejecimiento de la población japonesa, donde en más de 20.000 comunidades la mayoría de los habitantes tienen 65 años o más, reporta Japan Today.
Según la Policía nacional, cerca de 40.000 residentes de Japón murieron solos en sus casas en el primer semestre de 2024. El rápido envejecimiento de la nación, unido a una baja tasa de natalidad, preocupa seriamente a las autoridades, al tiempo que muchos ancianos viven y mueren solos.
Aunque se implementan nuevas iniciativas, como animar a los hombres a disfrutar del permiso por paternidad o aumentar los ingresos de la generación más joven, la tasa de natalidad sigue descendiendo. Esto se debe, entre otras cosas, a los forzados horarios de trabajo y al elevado número de horas extraordinarias que se cumplen en casi todo empleo.