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El maíz transgénico está en el centro del debate en México. El miércoles el Senado de la República aprobó la reforma constitucional propuesta por la presidenta Claudia Sheinbaum que prohíbe ese tipo de planta, con la finalidad de conservar y proteger el nativo.
Esta reforma constitucional llega después de que el pasado 20 de diciembre, un panel de solución de diferencias del Tratado de Libre Comercio entre México, EE.UU. y Canadá (T-MEC) fallara a favor de EE.UU., que había demandado al país azteca precisamente por restringir el uso de maíz transgénico en 2023.
Las autoridades mexicanas habían prohibido el uso de maíz transgénico en la harina y masa para la elaboración de tortillas. Alegaban que así se protegía la salud, el medio ambiente y la seguridad alimentaria. Sin embargo, los expertos del T-MEC estimaron que esos argumentos no se basaban en la ciencia y que la restricción iba en contra del libre comercio auspiciado por el propio tratado.
📌 El Senado aprobó establecer en la Constitución la conservación y protección del maíz nativo, garantizando un México libre de maíz transgénico. 🌽🇲🇽 pic.twitter.com/5y7ymOFylz
— Senado de México (@senadomexicano) March 6, 2025
Sin embargo, la cuestión suscita innumerables preguntas sobre qué es el maíz transgénico, cómo se produce, su peligrosidad o innocuidad para la salud humana, su relación con el medioambiente y con oligopolios transnacionales o su convivencia con la agricultura tradicional.
Miles de años de historia del maíz en México
México cuenta con más de 50 razas distintas de maíz con cientos de variedades diferentes que se adaptan a distintas circunstancias meteorológicas, climáticas y agrarias, no en vano se trata del territorio donde se originó el maíz.
La increíble diversidad de maíces que disfruta, además de constituir un patrimonio cultural de primer orden, es fruto del trabajo durante milenios de agricultores que llevaron a cabo, y continúan realizando, labores de mejoramiento genético, que han dado lugar desde el teocintle hasta las mazorcas.

Esos maíces criollos, desarrollados a partir de un proceso sencillo de observación y selección de los granos año tras año, conviven con los maíces híbridos, que son el resultado de cruzar un tipo de maíz con otro, de manera artesanal, y que producen una semilla que suele dar abundante cosecha, aunque solamente el primer año.
¿Qué es el maíz transgénico?
El maíz transgénico no es elaborado por técnicas de mejoramiento genético convencional, como en los dos casos anteriores, sino que se produce a través de una tecnología llamada biotecnología. Agrega genes de otras plantas o animales al maíz en el laboratorio. A estos productos también se les denomina organismos modificados genéticamente (OMG).
Es imposible distinguir a simple vista un maíz modificado genéticamente de uno que no lo es.
De este modo por primera vez se ha logrado introducir genes de especies distintas en otra para crear organismos que no existían previamente en la naturaleza.
¿Hay distintos tipos de maíces transgénicos?
Actualmente se comercializan tres tipos diferentes de maíz transgénico:
- Maíz Bt: se le ha introducido el gen de la bacteria ‘Bacillus thuringiensis’ (Bt), de manera que la planta produce la toxina Bt, que la hace resistente a las plagas de algunos insectos.
- Maíz tolerante a herbicidas: su modificación genética hace que no se vean dañadas por el herbicida ‘Round Up Ready’ de la compañía Monsanto, compuesto principalmente por glifosato.
- Maíz con las dos modificaciones genéticas anteriores.
¿También resisten a la sequía o a la salinidad?
Los cultivos transgénicos que se comercializan solo tienen dos características lucrativas: la resistencia a algunas plagas o la tolerancia al herbicida glifosato.
No tienen una resistencia a la sequía o una tolerancia a la salinidad diferente de la de los cultivos tradicionales.
¿Cuáles son las principales transnacionales detrás de los transgénicos?
Las principales empresas dedicadas a la venta de semillas de vegetales transgénicas son las multinacionales: Monsanto-Bayer, DowDuPont, Syngenta, y BASF. De hecho, solo las dos primeras empresas, fruto de fusiones en los últimos años, controlan la mitad de los mercados mundiales de semillas, según la ONG No patents on seeds.


Por su parte, los principales países que albergan estos cultivos son EE.UU., Argentina, Canadá y China.
¿Es una gran ventaja la resistencia al glifosato?
Las variedades de maíz transgénico resistentes al glifosato permiten aplicar grandes cantidades de ese herbicida en los cultivos para matar las malas hierbas. Se da la circunstancia de que este producto también es comercializado por los principales vendedores de semillas transgénicas, especialmente Monsanto, quien mantuvo su patente hasta el año 2000.
La toxicidad del glifosato está ampliamente documentada, como recoge Greenpeace: destruye la fauna silvestre, acaba con insectos que combaten naturalmente las plagas, termina con plantas que nutren las abejas, es moderadamente tóxico para aves silvestres y otros animales y contamina acuíferos destinados al consumo humano. La Organización Mundial de la Salud (OMS) la calificó en 2015 como una sustancia potencialmente cancerígena.


Añadido a lo anterior, el uso masivo de este herbicida, el principal en países como EE.UU., provoca la adaptación de plagas y malas hierbas resistentes a los agroquímicos y ya se ha documentado la aparición de superplagas y supermalezas.
¿Sólo hay maíz transgénico?
Aunque en la actualidad se están llevando a cabo decenas de experimentos sobre distintos tipos de cultivos transgénicos, solamente se comercializan unos pocos, principalmente maíz, soja, algodón y colza, normalmente en enormes extensiones de monocultivo.
¿Cuáles son los argumentos a favor de los alimentos transgénicos?
Entre los argumentos a favor del uso del cultivo de estos alimentos se afirma que reduce el uso de insecticidas al ser ya resistente a algunas plagas. También se argumenta que el alimento resultante es de mayor calidad.


Asimismo, se suele alegar que aumenta la producción por hectárea, algo necesario para hacer frente a los retos alimentarios que enfrenta el planeta. Si bien, defensores y contrarios no están de acuerdo en esta cuestión.
¿Cuáles son los argumentos en contra?
Uno de las principales premisas de quienes se muestran contrarios al cultivo y comercialización de los transgénicos es que todavía no hay una base científica sobre cuáles pueden ser las consecuencias para el medio ambiente y la salud humana. Es decir, se sabe aún muy poco de unos cultivos ‘artificiales’ que se están liberando e introduciendo en la dieta de comunidades enteras.
Además los pocos estudios realizados al respecto han sido confeccionados con los datos facilitados por la propia industria y no por investigaciones científicas independientes. De hecho, algunos estudios realizados con ratones apuntaron a daños en su salud, como una mayor mortalidad, desarrollo de cánceres y afectaciones a su fertilidad.
¿Corre peligro el maíz nativo en México?
El maíz se poliniza a través del aire, por lo que si se tiene cerca un cultivo de maíz transgénico se pueden producir cruces de polen no controlados con las variedades nativas que las contaminen. Sería un camino sin retorno, ya que no habría posibilidad de volver a la situación original de las distintas variedades nativas.


Además, el menor precio del maíz transgénico importado desde EE.UU., debido al ahorro de costes por su producción a gran escala en grandes latifundios, está dejando en desventaja a los agricultores tradicionales mexicanos, lo que aboca a que muchos pequeños y medianos productores acaben abandonando la producción agroecológica de maíces criollos, cerrando un círculo que aboca a un mayor consumo del maíz modificado genéticamente importado.
Los maíces nativos, además de ser un patrimonio biocultural del país, se erigen como el sustento principal de la mayoría de los hogares rurales. Se calcula que más de 20 millones de personas en México, aunque sus fuentes principales de ingresos son otras, siguen sembrando para asegurar una parte de su alimentación.
¿Dependencia de las transnacionales?
La dinámica actual abre la puerta a un elevado grado de concentración y privatización de la investigación agrícola y de la producción y comercialización de semillas, lo que se traduce en una dependencia tecnológica y económica hacia unas pocas grandes compañías transnacionales.
El interés de estos enormes emporios por patentar organismos vivos representa también motivo de polémica, toda vez que existe riesgo de polinización cruzada no controlada. Además, el objetivo de la disponibilidad y acceso de alimentos se concentra exclusivamente en el plano mercantil.