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Girón. El minuto histórico | En Profundidad

por Ideso TV
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“Los que tuvimos la suerte y el honor de participar en aquellos tres días de combate, lo hicimos sin tener una “conciencia histórica” del hecho. No fuimos a combatir pensando y afirmando que vivíamos un momento importante de la historia. No hacíamos abstracciones ni filosofábamos sobre la importancia del “minuto histórico en que nos encontrábamos”. Así narró sus memorias el chino Heras, quien para entonces tenía 21 años.  

“Sencillamente fuimos a combatir a los mercenarios que querían destruir la Revolución. Y todo se reducía a esos términos simples y claros: nosotros, los revolucionarios íbamos a echarle plomo a los contrarrevolucionarios invasores. No podían pasar: así de sencillo”. El escritor, Premio Nacional de Literatura (2014), recientemente fallecido, Eduardo Rafael Heras León, fue uno entre cientos de combatientes movilizados ante en aquel suceso y autor del libro: La guerra tuvo seis nombres.

Con tal sencillez argumental, el célebre escritor cubano describió las razones para que un pueblo en armas, infligiera esa derrota aplastante a una invasión contra Cuba, minuciosamente gestada por el gobierno de los Estados Unidos.

Más de mil hombres pertrechados con artillería y aviación por Playa Girón y Playa Larga, tenían la misión de justificar la intervención directa de EE.UU. Sin embargo, la invasión pasó a la historia, como la primera gran derrota del imperialismo yanqui en América, de la cual se cumplen 63 años el 19 de abril. 

Antecedentes

Vestido de verde olivo, desde el 15 hasta el 20 de abril de 1959, el Primer Ministro Fidel Castro llegó a Washington, invitado por la Asociación de Editores de Periódicos. Apenas imperceptible su voz, por el cúmulo de emociones y nulo reposo, respondió en inglés al periodista, por qué fue a Estados Unidos: “Estamos conscientes de la responsabilidad que pesa sobre nosotros. Esta será una Operación Verdad, porque defenderemos el prestigio de la Revolución”.

En un encuentro privado con la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, Fidel explicó que el objetivo del Gobierno cubano, era mantener buenas relaciones con el norteamericano, sobre bases de plena igualdad y reciprocidad. Aun así, recibió una descortés acogida por parte de las autoridades, aunque centenares de personas lo reclamaban al paso para saludarlo.

Finalmente, el primer ministro cubano Fidel Castro y el entonces vicepresidente Richard Nixon, se reunieron en Washington durante tres horas, el 19 de abril de 1959. De este intercambio, Nixon concluyó que era necesaria una acción de fuerza contra Cuba, al concluir que los revolucionarios instalarían un sistema político contrario a los intereses estadounidenses.

“El principal protagonista de esta saga (si se le puede llamar así) de principio a fin, ha sido y es Fidel Castro. Fue él quién concibió desde el primer momento la importancia y la necesidad de establecer relaciones adecuadas entre Cuba y los Estados Unidos. Él enseñó y educó al pueblo y a los líderes cubanos, que nuestra confrontación era y es con el imperialismo norteamericano y no con el pueblo de los Estados Unidos”. Reflexionó  muchos años después, Ramón Sánchez Parodi, el primer Jefe de la Sección de Intereses de Cuba en Estados Unidos.



El temprano impacto de la Revolución Cubana, tuvo eco en la oposición de sectores de la burguesía nacional cubana y grupos de poder desde los Estados Unidos. Reaccionaron ante las radicales medidas revolucionarias: Ley de Reforma Agraria, Ley de Reforma Urbana, cierre de los casinos de juego controlados por la mafia, la reducción de tarifas telefónicas y de electricidad, entre otras leyes medulares.

El punto de giro de la joven Revolución, fue devolver la tierra al pueblo. Porque el 75 por ciento de las tierras cultivables, estaba en poder extranjero y cinco compañías azucareras norteamericanas, controlaban más de dos millones de hectáreas. Se entiende por qué, apenas dos días después de emitida dicha ley, el 5 de junio fue propuesto reducir la cuota azucarera de Cuba, por parte del senador demócrata por Florida, George Smathers.

Expropiar las tierras de la United Fruit Company en la provincia de Oriente, en enero de 1960, fue como tocar al alacrán. El mismo monopolio decisivo en el derrocamiento del coronel Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954, tenía como accionistas al director de la CIA, Allen Dulles, al secretario de estado John Foster Dulles y al embajador ante la ONU, Cabot Lodge. 

La escalada de agresiones solo estaba comenzando, con los incendios de campos de caña por toda Cuba y las presiones para suprimir la cuota azucarera que significaba el 80% de los ingresos procedentes de este sector.

El punto de máxima gravedad llegó con la explosión del barco francés La Coubre, a inicios de marzo de 1960, en la bahía de La Habana. Cargaba armas y municiones compradas en Bélgica, para defender la  soberanía nacional. Centenares de muertos y heridos, fueron sacrificados por el atentado terrorista. “Patria o Muerte”, surge por primera vez en el sepelio de las víctimas, como frase histórica de Fidel.

Secuencia

Como decía José Martí  —“sobra de palabras y falta de hechos”: las principales refinerías de propiedad inglesa y estadounidense (Texaco, Esso y Shell) radicadas en Cuba, fueron nacionalizadas en junio de 1960, después que se negaron a refinar el petróleo soviético.

El 6 de abril de 1960, Lester D. Mallory, subsecretario de Estado asistente para los Asuntos Interamericanos, publicó un informe titulado “El declive y la caída de Castro”, documento que constituirá la base de las sanciones económicas. 

Mallory presentó los objetivos: La mayoría de los cubanos apoyan a Castro […]. No hay una oposición política eficiente. […]. El único medio posible de alienar este apoyo interno es mediante el desencanto y la desafección basada en la insatisfacción económica y las penurias. […] Todos los medios posibles e imaginables deben utilizarse rápidamente para debilitar la vida económica en Cuba […] negando financiamientos y suministros a Cuba, disminuyendo los salarios reales y monetarios, con el fin de sembrar el hambre, la desesperación y conseguir el derrocamiento del Gobierno.

¿Qué pretenden? ¿Qué les devolvamos a las compañías norteamericanas las tierras que el pueblo ha recuperado? […] ¿Que volvamos a elevar las tarifas telefónicas y eléctricas? […] ¿Que volvamos otra vez a la época aquella en que los cubanos tenían que pedirle permiso a “su señoría” el Gobierno de Washington? […] ¿Que nuestra economía siga siendo una economía colonial, de monocultivo y de país subdesarrollado, al servicio de los grandes trusts norteamericanos? […] ¿Que renunciemos a la libertad de comercio y les tengamos que comprar a ellos, exclusivamente a ellos, vendan al precio que vendan y sea cual fuere la balanza comercial? […] ¿Que sigan las concesiones privilegiadas de nuestra riqueza minera, para que se lleven toda nuestra riqueza y no nos dejen más que el hoyo? ¡Lo sentimos mucho, pero no podemos complacerlos! ¿Que Cuba renuncie a su soberanía y con ella a su derecho a mantener relaciones comerciales y diplomáticas con los pueblos que estime conveniente? ¡Lo sentimos mucho, pero no podemos complacerlos!, expresó Fidel el 7 de junio de 1960.

En julio del propio año, la Administración de Eisenhower impuso las primeras sanciones económicas contra Cuba, con la meta de “sembrar el hambre, la desesperación y conseguir el derrocamiento del Gobierno” de Fidel Castro. La supresión de la cuota azucarera cubana y la declaración agresiva del presidente Eisenhower, estaban a la orden del día: “Esta acción inicia las sanciones económicas contra Cuba. Ahora debemos emprender otras medidas, económicas, diplomáticas y estratégicas”. 

En octubre de 1960, cerraron las puertas del principal mercado de la isla. Prohibieron todas las exportaciones hacia Cuba. También presionaron a los aliados occidentales, para que adoptaran la misma línea de conducta contra la mayor de las Antillas. Al empujar a los cubanos a depender del bloque socialista, Washington pretendía justificar e incrementar la hostilidad hacia la isla y aislar a Cuba en el contexto latinoamericano.

Acciones progresivas

Las acciones estaban en marcha desde marzo, con la aprobación del plan CIA. La Operación Pluto: entrenamiento militar de un ejército de exiliados cubanos con el fin de atacar, apoderarse de una porción de Cuba y proclamar un gobierno provisional, que culminaría con el reconocimiento inmediato por los Estados Unidos y otros países latinoamericanos.

La Operación Pluto, previó la infiltración aérea, anfibia y terrestre, con asesores estadounidenses; aunque en el desembarco no estarían evidentes. Al mismo tiempo, desarrollaron la guerra psicológica a través de la subversión interna, transmisiones de radio clandestinas, infiltración de grupos/comandos con armas y explosivos, más el estímulo a las guerrillas opositoras. Obviamente, el crimen organizado estaba presente, para ejecutar el asesinato de Fidel.

En octubre de 1960, el canciller cubano Raúl Roa denunció ante la ONU la concentración de equipos militares y contingentes entrenando en Guatemala, con la advertencia de un plan de invasión contra Cuba.

El Frente Revolucionario Democrático (FRD) fue la fachada política. La operación desestabilizadora encabezada por políticos profesionales, sería “creíble”. Contaban con el ex ministro de Estado Aureliano Sánchez Arango; ex primer ministro del Partido Auténtico Manuel Antonio de Varona, algunos representantes de la Democracia Cristiana (como el profesor José Ignacio Rasco),  y no podían faltar, militares disidentes del Movimiento 26 de julio. Citan a Manuel Artime Buesa, médico, religioso y líder de la Brigada 2507, un perfecto representante político del FRD en el territorio por ocupar. 

Washington rompió relaciones con La Habana el 3 de enero de 1961. John F. Kennedy asumió la presidencia diecisiete días después, con el mandato de continuar los planes de agresión. No era de extrañar; desde su candidatura por el Partido Demócrata, utilizaba la consigna de pedir ayuda para los “luchadores por la libertad en Cuba”.

Amenazaron con las maniobras militares Convex-1/61 en el Caribe, mientras continúan entrenamientos castrenses en la Florida. En tanto la CIA convierte a Guatemala en el principal campo de preparación: “con su propio aeropuerto, su propio burdel y sus propios códigos de conducta”; dijo el reportero de The New York Times, Tim Weiner, en ‘Legado de Cenizas. Historia de la CIA’. 

Será un paseo

Esperaban una fácil victoria, por lo que se autoestimulan durante la despedida. Prevaleció la euforia cuando un jefe (de la CIA) proclamó la idea de que “sería un paseo”. Al llegar a tierra -dijo- sería avanzar por la carretera, sacar la mano como quien va a doblar a la izquierda y llegar a La Habana.

En marzo de 1961, el FRD unificó al “exilio anticastrista”. El Consejo Revolucionario Cubano designó al ex Primer Ministro del gobierno revolucionario José Miró Cardona, para constituir un gobierno provisional en el territorio ocupado, tras la invasión. El aval del abogado Cardona, fue como presidente del Colegio de Abogados de La Habana y asesor jurídico de las más importantes empresas estadounidenses. Nombrado Primer Ministro del gobierno provisional, presidido por Manuel Urrutia Lleó, cargo al que renunció en un mes. También abandonó el nombramiento como embajador de Cuba en España, para sumarse a la contrarrevolución.

Era el preludio de un esfuerzo mayor del gobierno de Estados Unidos, en su intento por destruir la Revolución, dijo Fidel Castro.

El Departamento de Estado publicó el ‘Libro Blanco sobre Cuba’, a inicios de abril. Calificó al Gobierno de la isla, como un “satélite de la Unión Soviética”, una “revolución traicionada” y una “amenaza para la libertad y la democracia en América Latina”. 

La CIA reclutó a sus mercenarios en Estados Unidos y los preparó en campamentos en Guatemala, Puerto Rico y Miami; también en instalaciones militares norteamericanas como Fort Bragg y Norfolk en Virginia, Fort Myers y Opalocka en la Florida, Vieques en Puerto Rico y Fort Guly en Panamá, describe el historiador cubano, René González Barrios. 

En la Base Aérea de Homestead, en La Florida, el ejército de los Estados Unidos entrenó una fuerza contrarrevolucionaria de choque, que pretendía desembarcar directamente en la provincia Oriental, con el apoyo de la Base Naval de Guantánamo, donde aguardaba una fuerza inhabitual de alrededor de cuarenta buques de combate y aseguramiento, concentrados allí a inicios del mes de abril de 1961. González Barrios, describe que, para justificarlo, el Pentágono anunció la realización de una maniobra militar en el área del Caribe. 

El 13 de abril de 1961, fue consumida por las llamas la tienda de departamentos El Encanto, de La Habana, a consecuencia de una acción terrorista. Mientras el presidente Kennedy mostraba cierta distancia, afirmaba que no tendría lugar una acción armada de tropas estadounidenses contra Cuba. 

Dos días después, la agencia noticiosa estadounidense AP afirmó: “Pilotos de la fuerza aérea del primer ministro Fidel Castro se rebelaron hoy y atacaron tres de las bases aéreas claves del régimen de Castro, con bombas y cohetes”. Una jugada con noticia falsa, para confundir la realidad. Justamente cuando ocho aviones B-26 -camuflados con insignias falsas- pertenecientes a la fuerza aérea estadounidense, salieron desde -Puerto Cabezas- Nicaragua, para destruir la escasa aviación de combate y ametrallaron los aeropuertos de Santiago de Cuba, San Antonio de los Baños y Ciudad Libertad. 

Fue el amanecer del día 15. La fuerza antiaérea rebelde derribó a un avión pirata y arruinó a otros. Durante la agresión, el joven miliciano Eduardo García Delgado escribió con su sangre el nombre de Fidel, antes de morir. 

Como parte de la operación, un noveno aparato voló a La Florida, para avalar la supuesta traición. En minutos, la prensa internacional – citamos la AP- replicaba que los responsables eran desertores. Eran los tripulantes de un B-26, que después de soltar su carga mortal en Cuba, aterrizó en Miami.
El ministro cubano de Relaciones Exteriores, Raúl Roa, reclamó a la ONU demandara el cese de la agresión de Estados Unidos contra Cuba. Adlai Stevenson, jefe de la delegación estadounidense, refutó mostrando fotos del avión en Miami. Sucesivamente lo apoyó el colega británico: “el gobierno del Reino Unido, sabe por experiencia que puede tener confianza en la palabra de Estados Unidos”. 

En el sepelio de las víctimas, el 16 de abril, Fidel Castro proclamó el carácter socialista de la Revolución y llamó a resistir, lo que unió aún más al pueblo en rechazo de la inminente incursión armada. 

Durante la noche, unidades navales de Estados Unidos realizaban acciones demostrativas con acercamientos a menos de 15 kilómetros de la costa, al norte de La Habana y Pinar del Río, cerca de Oriente e Isla de Pinos. Objetivo: confundir la identificación del lugar del desembarco y demorar por ello, la contraofensiva cubana.

Invasión mercenaria

En la madrugada del 17 de abril, la invasión mercenaria inició por dos puntos de la Bahía de Cochinos, situada aproximadamente a 30 km al sur de Jagüey Grande (Matanzas), 70 km al oeste de la ciudad de Cienfuegos y 165 km al sureste de La Habana, la capital de Cuba. 

Escogieron Playa Larga y Playa Girón, en esos momentos eran lugares remotos en los márgenes de un gran humedal, llanuras bajas y pantanosas de la Ciénaga de Zapata. 

Ese mismo día tuvieron lugar algunas maniobras de distracción radioelectrónica, desde el norte del puerto de Mariel, en La Habana, hasta Bahía Honda en Pinar del Río, por parte de unidades navales de la Marina de Guerra de Estados Unidos.

La fuerza militar cubana de mayor consideración, se encontraba situada a más de 30 kilómetros de la costa, en el Central Australia, paso obligado en el camino de Jagüey Grande hacia Playa Girón.

Desde Puerto Cabezas, Nicaragua, partieron los buques con el contingente de más de 1200 hombres de la Brigada 2506 -entre defenestrados o afectados por el poder revolucionario- con un amplio arsenal bélico. La carga incluía cinco tanques Walter M-42; once camiones de 2.5 toneladas, dotados de ametralladoras de 12.7 milímetros (mm). Transportaban 30 morteros de 81 y 106.7 mm, respectivamente; 18 cañones sin retroceso de 57 y cuatro de 75 mm; 50 bazookas; nueve lanzallamas; 46 ametralladoras calibre 50 y 30; 3.000 fusiles y subametralladoras M-1, Garand, fusiles automáticos Browning, carabinas M-1 y M-2 y subametralladoras M-3.

El historiador Félix Julio Alfonso López, describe en detalles que los mercenarios cargaron con ocho toneladas de explosivos; equipos de comunicaciones, teléfonos y pizarras de campaña; 38 000 galones de combustible para los vehículos, 17.000 galones para aviones; 150 toneladas de municiones; 24. 000 libras de alimentos y suficiente agua potable; más 1.5 toneladas de fósforo blanco.

¿Cómo se había llegado a ese punto de no retorno, en las relaciones entre la joven Revolución cubana y el gobierno de los Estados Unidos?, pregunta el también profesor universitario Alfonso López, sin detenerse en la relatoría demostrativa del contenido bélico de los dos buques invasores, que le daba la respuesta. 

Portaban 700 cohetes aire-tierra; 500 bombas de fragmentación; 300 galones de aceite para avión; 20 toneladas de municiones cal 50; diez jeeps; un camión cisterna de cinco toneladas; un tractor; una grúa tractor y trece remolques. Como apoyo marítimo contaban con cinco barcos mercantes y 36 lanchas de desembarco con motores fuera de borda. Además, dos buques de desembarco de infantería reacondicionados como escoltas, fuertemente artillados; tres barcazas de desembarco para múltiples usos y cuatro para desembarco de personas y vehículos.

La composición clasista de la 2506, incluyó a secuaces del derrocado régimen de Batista, socios de los principales clubes aristocráticos y miembros de familias de la gran burguesía. Entre otros, incluyeron a personajes siniestros, torturadores del régimen de Batista y a José Pérez San Román, el comandante y Erneido Oliva, el segundo jefe militar.

Afrenta

A 24 horas de la invasión, el 17 de abril las fuerzas revolucionarias se encontraban plenamente movilizadas para enfrentar a los mercenarios. Apenas sin artillería, ni armamento pesado, sin aviación. Expulsaron hacia el sur a las tropas de paracaidistas en los puntos avanzados, reduciendo así ‘la cabeza de playa’.

La orden de Fidel fue tajante: “Que no se detengan los tanques hasta que las esteras se mojen con el agua de la playa, porque cada minuto que esos mercenarios estén sobre nuestro suelo, entraña una afrenta contra nuestra patria”. 

La victoria de Playa Girón fue una suma de hechos heroicos de la gente del pueblo. La escritora Dora Alonso, corresponsal de guerra lo describe así: “Aquí nadie duda, ni supone, ni ha pensado en ningún momento, que el invasor pueda salir, no ya victorioso, sino siquiera vivo de la aventura. Desde los chiquillos de 12 y 13 años, que también vienen a defender su tierra, hasta los ancianos campesinos de 70, que blanden el fusil junto a las canas y el corazón entero, están convencidos de ello”.

El 18 de abril se inició la contraofensiva. Fuerzas combinadas del Ejército Rebelde, batallones de milicias de Cienfuegos, Matanzas y La Habana, así como los combatientes de la Escuela de Nacional de Responsables de Milicias, la Policía Nacional Revolucionaria y las baterías de defensa antiaérea. 

Durante la ofensiva, conducida personalmente por Fidel Castro, las tropas mercenarias que controlaban las dos vías de acceso a Playa Girón, fueron obligadas a retroceder hasta la zona de San Blas. El capitán José Ramón Fernández (el Gallego) y el propio Fidel Castro, se trasladaron a la zona de Playa Girón y participaron en las últimas acciones combativas. 

Playa Girón se tomó a las 5:30 de la tarde, mientras algunos asaltantes intentaban huir por zonas pantanosas o buscando lanchas. La mayoría fueron capturados, como el propio “jefe” Artime, quien se dio a la fuga durante dos semanas a través del pantano. El 19 de abril de 1961, los que quedaron de las fuerzas asaltantes, fueron cercados y se rindieron en las primeras horas de la mañana.

La operación terminó con un desastre militar y la derrota total de los miembros de la Brigada 2506, que tuvieron más de un centenar de muertos y 1197 prisioneros. En el grupo revolucionario fallecieron 176 combatientes y contaron 300 heridos, de ellos 50 incapacitados de por vida, define el historiador Alfonso López.

“La realidad es que Fidel Castro resultó ser un enemigo mucho más formidable y estar al mando de un régimen mucho mejor organizado de lo que nadie había supuesto. Sus patrullas localizaron la invasión casi en el primer momento. Sus aviones reaccionaron con rapidez y vigor. Su policía eliminó cualquier posibilidad de rebelión detrás de las líneas. Sus soldados permanecieron leales y combatieron bravamente”. Reconoció años más tarde, el informe desclasificado –escrito de puño y letra- del asesor presidencial Arthur M. Schlesinger.

Al decir del Gallego Fernández, uno de los principales dirigentes de la Revolución cubana y artífice de este combate: “La idea, desde el punto de vista estratégico y táctico del enemigo, estaba bien concebida (…) les faltó la razón, la justeza de la causa que defendían”. 

En alrededor de 66 horas, fue abatida la agresión de Playa Girón, a partir de la cual, todos los pueblos de América fueron un poco más libres.

 

Extraído de Telesur

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