El carnaval sin duda que es una fiesta para la libertad, desde sus orígenes, y no se habla de una libertad cualquiera, se habla de la libertad de ser, de mostrar-se, de amar-se unos con otros en la celebración, de la alegría de juntar-se la creatividad de las personas en las comparsas, de encarnar los personajes que apasionan a los habitantes de una región, se habla de la libertad de ser -quien quiero ser- sin el prejuicio de una sociedad normada en muchos aspectos.
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Siempre que se hable del carnaval se debe ir a la raíz que hasta hoy está sumamente influenciada por la Iglesia católica; en vista de los días de libertad que se generó a partir del carnelevarium, las condiciones que debían cumplir los cristianos eran fuertes durante la Cuaresma, pues solamente se consumía una comida al día que, en su mayoría, consistía en vegetales.
Además, existían diversas prohibiciones, siendo permitidas sólo la oración y la penitencia, lo que generaba la necesidad de un breve período de relajación de las costumbres antes de comenzar este tiempo. Estas costumbres han ido cambiando gradualmente y volviéndose menos estrictas.
Fiesta carnestolenda en Venezuela
En Venezuela, la presencia de esta fiesta se remonta al período colonial, cuando el poder español flexibilizó las normas y permitió la burla y crítica a las autoridades, así como la inversión de roles y los juegos propios de la fiesta. En Caracas la ciudad capitalina, se llevaban a cabo celebraciones tumultuosas.
Estas actividades fueron plasmadas en crónicas de varios autores, como Arístides Rojas, quien en su momento comentó que en la ciudad se tenían que cerrar puertas y ventanas, así como esconderse quienes no participaran para evitar ser atacados por la multitud. Esas tres noches eran sombrías y la ciudad parecía un lugar desolado.
Por su parte, la descripción que hace Jules Humbert refiere que los juegos con agua, harina y otras sustancias eran violentos, mientras que bailes callejeros, como el fandango, la zapa y la mochilera, permitían un contacto físico inaceptable según los estándares morales de la época.
Durante el período del Gobierno de Guzmán Blanco, la celebración del carnaval adoptó diferentes características. Se organizaron desfiles con disfraces, comparsas, carrozas y concursos, con la objetivo de reemplazar de forma particular la popular costumbre de jugar con agua por el uso de confeti y perfumes.
Esta versión más suave del carnaval de los salones aristocráticos europeos, respaldada oficialmente, intentó abrirse paso en las ciudades venezolanas y logró captar la atención de las clases medias y acomodadas. Sin embargo, para la mayoría de la población, el tradicional juego de agua y harina y los extravagantes disfraces no perdieron su vigencia.
A raíz de la promoción de esta celebración, en esa época también comenzó la costumbre de quemar la imagen del carnaval o simular su entierro, tradición originaria en países europeos.
Así surgieron dos formas de celebración carnavalesca que aún coexisten en gran parte del país: por la mañana y hasta entrada la tarde, se permite -con ciertas regulaciones- el lanzamiento de agua, talco, pinturas y otras sustancias en numerosas comunidades del centro y el oriente del país. Por otro lado, los disfraces, comparsas y carrozas son la diversión de la tarde y la noche, manteniendo su relevancia turística en varias ciudades.
Entre los carnavales más reconocidos en Venezuela están los del oriente del país, específicamente en El Callao, estado Bolivar; en Maturín, estado Monagas; en la ciudad de El Tigre, estado Anzoátegui; así como en la capital del país.
Es una fiesta que se mantiene en resistencia. En el presente año 2024, al menos en El Callao se realizó el encuentro carnestolendo a pesar de torrenciales lluvias y el cambio de afluencia de visitantes con respecto a años anteriores.
En Caracas culminó con éxito la celebración y, aunque la ciudad de la furia siempre acoge sorpresas de sus habitantes, tanto niños y niñas como adultos pudieron disfrutar con alegría de estos carnavales.